martes, 11 de agosto de 2015

"Al Don, al Don, Don Capitalero, cada cual, atiende su juego" CANCION INFANTIL pero no tanto De Francisco Alvero EL JUGLAR DE LA LIBERTAD














"Al Don, al Don, Don Capitalero

Cada cual, atiende su juego  


 CANCION INFANTIL 

- Pero no tanto -


De Francisco Alvero 

EL JUGLAR de la libertad


De la CANTATA 

"N E O   L I B E R A L I T O" 

EL PIRATA DE DOS CARAS

 

Al don, al don, Don Capitalero

 Cada cual, cada cual, atiende su juego

Y el que no, y el que no, ¡excluido será! 

(Por ley neoliberal)

 

Al don, al don, don capitalista 

La que más, o el que menos, es latifundista

 Y el que no,  la que no, ¡financista será!

 

Al Don, al Don, Don Capitalero

Ya no lo, ya no lo, subestimes al pueblo

Pues luchando, codo a codo, pronto te vencerá

 

Al Don, al Don, Don Capitalista


Ten cuidado, ten cuidado con los anarquistas 

(*)

Que te van, que te van, ¡te van a derrotar!

Al Don, al Don, Don Capitalero

Cada cual, cada cual, derrocha su tiempo

Y el que no, y el que no, socialista estará!

 

Al Don, al Don, Don Capitalista

Este juego lo aprenden los niños y niñas

Y al final, y al final, se vuelve realidad

 

Al Don, al Don, Don Capitalero

Así es, así es, cómo funciona el juego

Donde todo, todo vale, ya con tal de ganar


Al Don, al Don, Don Capitalista

Quien lo enfrenta y lo vence, es el pueblo en su vida
Y tan solo, tan solo, tan solo en unidad



(*) Socialistas / comunistas / peronistas.



Lucha de clases para niños



http://javierparra.eu/lucha-de-clases-para-ninos/



Javier Parra
El otro día se produjo la siguiente conversación entre dos niños de Paterna que apenas sobrepasarían los 12 años: “Pues yo estoy de acuerdo con que la educación sea privada, porque si no los que no tienen dinero también podrán estudiar y nos podrán quitar el trabajo”. Pocas veces me he sorprendido más de la profundidad del análisis que un niño tan joven puede hacer desde un punto de vista de clase, de la clase dominante por supuesto.
La historia del mundo es la historia de la lucha de clases, y esta lucha no deja al margen a los niños por el hecho de ser niños. Desconozco si esos niños pertenecían a una familia adinerada o simplemente a una familia de clase trabajadora de las pocas que aún no se han visto afectadas por el paro, los recortes y la precariedad. Sea como sea, esa frase es el resultado de una batalla dialéctica, de una batalla ideológica en la que el dominador ha hecho su entrada triunfante en la casa y en la mente de esos niños.
La realidad es que hoy crecen y se educan (o se deseducan) los jóvenes que mañana decidirán el rumbo que debe tomar este país y ese futuro dependerá muy mucho de las herramientas y los espacios que pongamos a su disposición, de la confianza que depositemos en ellos, de los mensajes que reciban, de nuestro ejemplo, y de como con todo ello actúen en el entorno que les ha tocado vivir.
En más de una ocasión he manifestado mi esperanza en las nuevas generaciones de jóvenes, no sólo en los estudiantes universitarios que están plantando batalla y empezando a crecer políticamente de manera muy rápida, sino en los que aún están en el instituto, en los que apenas acaban de salir del colegio. Esos a los que el año pasado apaleaban en Valencia por pedir calefacción, esos que se están generando en un entorno de presión máxima como los diamantes. Esa es la generación decisiva, la de los jóvenes que mañana decidirán si entran o no en el ejército, de si entran o no en la policía. La de los jóvenes que tienen claro que “la clase obrera tiene que organizarse, demostrar que aquí el que realmente tiene el poder es el pueblo, porque la producción de una fábrica no sería posible sin los hombres y mujeres que están produciendo a la vez que les arrebatan sus derechos y su salario, y que a veces tienen que trabajar gratis mientras que el dueño de la fábrica les hace sentir que han de estarle agradecidos porque les está dando trabajo, pero un trabajo precario que hace que los trabajadores no puedan dar de comer a sus hijos y pagar la hipoteca al mismo tiempo”. La de los jóvenes que tienen claro que “para no ser esclavos de sistema tenemos que aprovechar la situación terminal que vive el capitalismo y no dar paso al fascismo. Tenemos que conseguir que la frase Socialismo o Barbarie  sea un clamor popular, hacer ver que la única opción posible es construir el socialismo, y eso se hace desde abajo”.
Hay esperanza. Yo la tengo entre otras cosas porque  lo entrecomillado de este artículo lo ha escrito otro chaval, esta vez de 16 años, para un trabajo de clase en el Instituto que debía leer ante sus compañeros, también en Paterna. Así sí.


EXCLAVITUD INFANTIL

Cuando en el Senado Nacional se trataban proyectos para combatir la Trata de Personas y se mencionó el “trabajo infantil” como parte del problema, el Senador De Angelis manifestó su apoyo argumentando que “es bueno reglamentar el trabajo de los gurises en el campo, para que después no vengan a reclamar giladas”. Dicho esto, se subió a su “chata” (4×4) y se fue a contar su propuesta a los Jefes de la Sociedad Rural.
No hubo forma de hacerle entender que la “propuesta” es PROHIBIR, no “reglamentar” el  mal llamado “trabajo infantil” en realidad es “explotación infantil” “esclavitud”, no es trabajo, nombrarlo como trabajo es darle un status de legalidad y aprobación, de dignidad, el trabajo dignifica, nada más lejos que de ello, la explotación infantil, nos debe hacer sentir vergüenza como sociedad, es el exponente máximo del crudo neoliberalismo. 
Pasaba el tiempo y no aparecía alguien, desde el “campo popular”, que por lo menos empardara los dichos del representante del “campo-campo”, el De Angelis, en la consideración de las “Doña Rosa” rurales y citadinas. Pero entonces apareció el gauchito del oeste, ataviado con criollo poncho, Don Ishi, el otrora intendente vitalicio y ahora senador provincial con una oferta superadora a la zoncera de De Angelis, a saber:
          al don pirulero_01  “Todo muchachote de tez morena, con o sin gorrita, con moto o de a pie, sin ocupación o trabajo conocido, los ni-ni es decir “vago y mal entretenido” deberá ser remitido a los cuarteles deshabitados del Ejército, para ser sometido a una re-educación, utilizando la disciplina militar como método.”
El gauchito del oeste ha recibido cascotazos de todos lados, casi tantos como Pablito y su papá (que no pueden manejar su genético patoterismo).
Las críticas a De Angelis van dirigidas a que la disciplina militar, no va a solucionar la inseguridad en general se acepta que brindar, para los jóvenes con dificultades de inclusión, educación, salud, contención trabajo pueden ayudar mejor para encarar la problemática.
Me quedé pensando por qué se le ocurre a alguien que un aspecto de la actividad militar, esto es “la disciplina”, puede serle útil a la sociedad civil con un tema como la “inseguridad” (de tanta difusión mediática).
¿Qué sabemos hoy de “los militares”?
¿Dónde están?
¿Cuántos son? ¿A qué se dedican?
En los últimos tiempos hemos visto a unos señores muy serios, vestidos de civil, gente mayor todos, sentados en locales judiciales. Son los militares del proceso que están siendo juzgados por toda una gama de delitos aberrantes de lesa humanidad en perjuicio de ciudadanos argentinos en la década del 70.
Dicen que no más de 700 han sido juzgados y condenados durante el genocidio cuando el Cuerpo de Oficiales de todas las fuerzas represivas superaba los 20.000 hombres. Más cercanos están en nuestra memoria, la tragedia de Malvinas y sus consecuencias, la dramática conmoción de la Semana Santa Alfonsinista, los carapintada, Rico, Seineldín, La Tablada, Néstor ordenando bajar el cuadro, la reactivación de los juicios.
Es el gauchito del oeste quien trae hoy a “los militares” a consideración pública y a su “disciplina” como parte del aparato estatal.
Don Ishi me dejó la duda. ¿Qué son hoy los militares argentinos? ¿Para qué sirven?   Lo que hagan o no hagan los militares, a nosotros, los comunes ciudadanos del llano,  ¿cómo nos influye?
Como no encontré mucho en Wikipedia, tuve que recurrir al viejo, anticuado y aburrido método de buscar datos, opiniones en libros y revistas. Recurrí nuevamente a mi amigo Carlitos (ese que tiene un primo que trabaja en la portería de la Biblioteca Nacional), y a la semana el mismo Carlitos me trajo una caja de bananas de Ecuador, que no tenia bananas sino algunos libros y revistas envueltos en papel de diario con tela de araña y polvo.
Su primo rescató del segundo subsuelo lo que creyó me podía ayudar y me dijo que me lo podía quedar, pues nadie en 30 años lo había reclamado.
– “Parecido a las carpetas del Cóndor, viste?!” – me dijo.
Después de quitarles el polvo, pude seleccionar algunos que me parecieron apropiados, eran títulos de Alain Rouquie; de Robert Potash; de Jauretche, de Jorge Grecco – Gustavo González; de Florentino Díaz Loza; Horacio Ballester; Edgar Argentino Martínez. Estos autores son algunos argentinos y extranjeros que abordaron la temática de la relación entre Sociedad Civil y Militares en Argentina.
Luego de hojear un poco el material llegué a dos primeras conclusiones:
1) ¿No habrá un lindo resumen en Google?
2) ¡Cuántas cosas que no sé.. y cada vez son más!
Como es un tema para leer, investigar y pensar largo rato sólo trataré de mencionar algunos aspectos para mí desconocidos (hasta ahora).
Díaz Loza, en su libro “Doctrina Política del Ejército”, 1973 dice:
“Ningún Estado, Institución, Cuerpo y Organismo puede modificarse sin un proyecto actualizado, cierto y claro. Para ello debe basarse en fundamentos históricos- filosóficos que asistan al pensamiento pragmático, porque si no se conoce la propia historia no se sabe hacia donde se va, en razón de no conocer de dónde se viene.”
(Asocio esto a ideas expresadas por Cristina en varios discursos), y continúa:
“El pueblo es quien engendra al Ejército. Nace del seno de la civilidad. Pueblo y Ejército son la misma cosa. Cuando por desgraciadas circunstancias se han separado, cuando el brazo armado de la ciudadanía ha pasado a ser instrumento de grupos económicos, clasistas, monopólicos y oligárquicos, se desnaturaliza su misión, ambos se desangran y en última instancia culmina con la destrucción del ejército.”
El 30 de septiembre de 1806, Liniers convoca a los vecinos de Buenos Aires, a la población civil de entre 16 a 50 años, para organizar la lucha contra los invasores ingleses. Acuden españoles, criollos, esclavos, gauchos, libertos, patricios, arribeños, cazadores correntinos, husares de Pueyrredón, castas de pardos y morenos.
La revolución de Mayo organiza expediciones al Paraguay y Alto Perú.
Castelli, Belgrano – hombres de derecho, de la intelectualidad política- encabezan la patriada. San Martín organiza el mítico regimiento con jóvenes de Buenos Aires y también con “300 naturales de las misiones” según su pedido. Cabral fue uno de ellos.
En 1955 y 1976 el Ejército argentino se alzó contra gobiernos legítimos elegidos democráticamente.
Ríos de sangre, según afirma Cristina, separaron al Ejército de su pueblo y llevaron a la actual situación. Parece confirmarse lo escrito por Díaz Loza en 1973:
“Cuando un ejército sirve a la causa de la soberanía nacional, en todos sus campos y ámbitos, cumple con su misión.”
Cuenta Alain Rouquie en “Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina”:
“Entre Junio de 1943 y Junio de 1946 conduce Argentina un gobierno militar, surgido por el Golpe de Estado del 4 de junio de 1943, en medio de luchas internas, marchas y contramarchas, con ámbito mundial de última etapa de la Segunda Guerra Mundial y gran actividad política social.
Ese gobierno entre otras medidas logra:
– Transformar el Departamento de Higiene del Trabajo en Secretaría de Trabajo y Previsión.
– Crear el “fuero laboral”, a partir de ese momento serán jueces laborales quienes resuelvan los conflictos entre obreros y patrones. Hasta ese momento los comisarios de policía resolvían las diferencias obrero-patronales.
– Se hizo obligatorio el descanso dominical para 50.000 obreros de la carne.
-Los empleados administrativos del Ferrocarril obtuvieron el derecho a jubilarse.
En agosto de 1944, el Presidente Gral Farrell y el Secretario de Trabajo Cnel Perón firman el decreto 28.169/4, conocido como el “Estatuto del Peón”, que ponía fin a la relación semi-feudal de trabajo en las estancias y establecimientos rurales.”
(Este decreto fue derogado por la Revolución Fusiladora de 1955 y reimplantado por Cristina en el año 2012.)
“ – Se impulsa la actividad de la reciente flota mercante nacional.
– Se crean cajas de seguridad nacional
– Se generalizan los derechos jubilatorios.
– Se crean e impulsan actividad de empresas metalúrgicas.
– El Estado interviene en el régimen de alquileres de viviendas urbanas.
– Se despenaliza y promueve la actividad sindical.”
Opina Alain Rouquie:
“El Coronel Perón esboza su doctrina política paralelamente a su acción en el campo social o mejor dicho desarrolla en un plano más general principios básicos de origen militar que habían formado sus preocupaciones sociales.   No eran ideas nuevas, pero el Coronel Perón tuvo el temible privilegio de aplicarlas.
(Parece que, también en esa etapa, se verifican los dichos de Díaz Loza.)
De la lectura de algunos de los materiales surgen términos y conceptos no muy conocidos:
1) Estrategia
2) Hipótesis de conflicto
Alejandro Magno, los griegos, los romanos, los chinos se ocuparon en sus tiempos de elaborar teorías y reflexiones sobre el tema:
En el libro “Argentina el Ejército que tenemos”, 1990, sus autores los periodistas Jorge Grecco y Gustavo González nos cuentan que, según consta en: “Dictionary of Military and Associated Terms”, los Jefes del Estado Mayor Conjunto de EEUU acordaron la siguiente definición:
Estrategia es el arte y la ciencia de utilizar las Fuerzas Armadas de un país para lograr los objetivos de la política nacional mediante la aplicación de la fuerza o la amenaza de utilizarla”.
Así, la estrategia, no es un simple juego bélico destinado a que los militares se entretengan en sus horas de servicio sino que es una necesidad elemental de cualquier país, pues de ella depende la vida de sus habitantes.
La estrategia militar es parte de una estrategia nacional más amplia, que es el proyecto de país.
Una definición aceptada de “estrategia de país” enuncia que:
“es el arte y la ciencia del desarrollo y empleo de las capacidades políticas, económicas y psicosociales de una Nación junto con sus Fuerzas Armadas durante la paz o la guerra, para lograr objetivos nacionales”
Por eso la elaboración de una correcta estrategia militar depende directamente de una estrategia nacional que debe ser definida por el poder político.
Sin proyecto de país, los análisis militares solo sirven para gastar el tiempo de los uniformados y la plata de los contribuyentes.
Hipótesis de conflicto” es un concepto que se deriva de la estrategia nacional y militar que, al definir quién es el oponente, adversario, enemigo, posibilita la preparación de planes, entrenamiento y logística para asumir la contingencia de un enfrentamiento bélico.”
Para la mentalidad media de los oficiales del Ejército, hasta más o menos el 2010, Argentina vivió 2 guerras: una contra la Subversión y la otra por Malvinas.
Para encarar la “guerra antisubversiva” su hipótesis de conflicto se basa en la estrategia nacional y militar elaborada antes de 1976. La estrategia la elaboraron el FMI; los organismos financieros internacionales y el Departamento de Estado de EEUU.
Después de 1955 la imposición de teorías económicas- sociales y políticas de cuño liberal y la acción del Departamento de Estado en Latinoamérica en conferencias para comandantes militares, junta interamericana de Defensa, visitas guiadas a EEUU, ejercicios militares conjuntos, provisión de armamentos, asesorías, cursos de todo tipo, préstamos, etc, etc, etc le permitió al Pentágono subordinar la conciencia del Ejército Argentino para adherir a la hipótesis de defender NO la integridad territorial, la vida y los bienes de los ciudadanos argentinos sinoel “estilo de vida y los valores del mundo occidental y cristiano” osea, los intereses del hemisferio norte y que EEUU imponía a toda Latinoamérica.
Ya no era para los uniformados, la integridad territorial, la Patria, la vida de sus habitantes, el objetivo de sus preocupaciones. Asumieron como propias las ideas, los intereses de los Jefes del Norte y de las clases dominantes locales, empapados de ideologías foráneas, acuñadas en el extranjero (en EEUU sobre todo).
Utilizaron las tropas nacionales contra los habitantes locales y sus derechos constitucionales. Nuestros uniformados se sintieron, como sus antepasados del Siglo XIX cruzados de la “civilización occidental” contra la barbarie de los locales. Y las tácticas se las compraron hechas a los Generales franceses derrotados en las guerras de Liberación de Vietnam y Argelia. Sobre todo en Vietnam. El Ejército Francés mostró su increíble incapacidad militar. Dien Biem Phu da cuenta eterna de ello, pero antes de salir corriendo de Vietnam y Argelia, donde estuvieron 140 años, para mantener su dominio usurpador desarrollaron un duro régimen de terror basado en el secuestro de gente desarmada, delación, tortura constante y sistematización de información.
La batalla de Argelia” esa extraordinaria y recomendable película es importante para entender la perversión de los civilizadores. Esa metodología es la que utilizó el Ejército Argentino de Videla en esa época.
Hacia 1981, al totalizar más o menos 30.000 bajas de ciudadanos argentinos y extranjeros, dieron por terminada la faena.
Pero la aplicación de la estrategia económica elaborada por los centros imperiales y aplicada por Martínez de Hoz precipitaba la debacle económico-social.
Y entonces, alentados por el éxito en el exterminio de la “barbarie” local y habiendo participado activamente por pedido de los amos imperiales en el “combate” contra las formaciones ciudadanas de guerrilla en El Salvador y Guatemala transmitiendo con muy buen resultado la metodología probada en Argentina, deciden dar un salto hacia delante. Desembarcan en Malvinas.
Suponían que EEUU e incluso Inglaterra serían comprensivos dado todo lo que ellos habían aportado a la causa de la “civilización occidental y cristiana”.
Sabemos ahora que a pesar de que una parte del territorio nacional estaba ocupado por una potencia extranjera,nunca las FFAA elaboraron una hipótesis de recuperación y reintegro de ese territorio.
Si no hay hipótesis de conflicto no hay preparación ni elaboración de planes para lograr el objetivo.
La guerra duró 40 días. Como diría Sabina: lo que dura …
Relatan Grecco – González en “El Ejército que tenemos” que “en 1988 Nora Kinzer-Stewart publica una investigación titulada “Conflicto del Atlántico Sur de 1982. Un caso de estudio en Cohesión militar” para el Instituto de Investigación del comportamiento y de las ciencias sociales de la Armada de EEUU. Dicho informe es “un análisis comparativo post hoc de un conflicto, combinado en armas, de corta duración entre dos fuerzas tecnológicamente bien equipadas”.
De los múltiples comentarios y conclusiones consignamos algunas:
Otro hubiese sido el resultado si:
–                 En lugar de conscriptos de 19 años sin entrenamiento Argentina hubiera llevado sus tropas profesionales que dejaron en el continente.
–                 Si la aviación naval en lugar de mal llevarse y competir con la Fuerza Aérea hubiesen actuado coordinadamente.
–                 Si hubieran tenido planes de abastecimiento logístico para el combate.
–                 Si hubieran tenido servicios médicos para asistir a los combatientes.
Los déficit más importantes fueron la falta de coordinación vertical y horizontal combinada con falta de entrenamiento, doctrina, logística, servicios médicos.
La base de entrenamiento de los oficiales fue escolar en los institutos y colegios militares.
No tenían memoria vivencial de combates verdaderos.
(Bueno…memoria vivencial tenían: de secuestros de gente desarmada, de torturas a prisioneros, de robos de niños, de fusilamientos, de arrojar prisioneros al río y al mar, de robar bienes y propiedades, etc, etc)
Los suboficiales tampoco tenían entrenamiento en tácticas de campo de batalla. La rígida y altanera forma de conducción no produce una adecuada relación entre tropa y comandantes en combate real. Las Fuerzas Argentinas tienen larga experiencia en saber manejar políticas y estrategias geo políticas pero poca o nula experiencia en logística y provisión para el combate.
Los soldados argentinos fueron enviados con uniforme de verano sin provisión de raciones ni apoyo logístico.
El Informe del investigador de EEUU es duro y contundente aunque parcial y acotado.
Existe un documento de extraordinario valor, imprescindible para conocer mejor la tragedia de Malvinas. Es el INFORME RATTENBACH.
Este importante documento fue elaborado por una comisión de altos jefes de las 3 Fuerzas con la dirección del Tte Gral Rattenbach.
La Presidenta Cristina lo presentó públicamente a pesar que hacía 25 años estaba en Internet. Es una investigación desde el origen del conflicto. Está hecho con rigurosidad y sus conclusiones son contundentes.
Creo que Argentina es uno de los pocos países donde fueron investigados, juzgados, condenados al menos una parte de los responsables de lesa humanidad y también el régimen que provocó.
Han pasado más de 30 años. Creo que deberíamos tener presente las palabras de la Presidenta Cristina cuando llama a considerar necesario cerrar el río de sangre que tanto sufrimiento produjo en la Sociedad Argentina.
Hoy en día la casi totalidad de los responsables ya no están en las FFAA.
En ningún lugar de América y el mundo la sociedad civil avanzó tanto en la consigna “Justicia y Castigo” pero también es cierto que en ningún lugar los juzgados, condenados, su entorno social y profesional aceptaron no sin virulenta resistencia, las consecuencias de la condena legal y social.
Estoy firmemente convencido que los responsables del genocidio, civiles y militares son eso, responsables personales de los delitos cometidos.
Pero no son dueños de la historia y el devenir de la vida del pueblo argentino, por más poderosos señores de sable y uniforme que hayan sido.
De la misma forma que Menem y sus cómplices son responsables sin juicio ni castigo del genocidio económico y social de la Nación y su Pueblo; son delincuentes eximidos de su responsabilidad que habiendo sido elegidos democráticamente perteneciendo al partido político que representaba los intereses nacionales y populares traicionaron el mandato de su Pueblo.
Pero Menem, su corte y sus herederos no son los dueños del legado histórico del peronismo y mucho menos de la democracia y su metodología.
¿Será tiempo de intentar nuevamente un proyecto de país, con estrategia nacional y uniformados con vocación nacional, popular y democrática?

Creo que si en un proceso no logra el Pueblo Argentino y su proyecto nacional integrar a sectores tan decisivos como lo demuestra la historia, alguien de adentro o afuera lo va a lograr.
Y a los comunes del llano, esto de los “uniformes”, ¿cómo nos llega?
Cuando por no tener proyecto – estrategia nacional y militar perdimos Malvinas, los invasores, además de instalar una base atómica en la Otan, vendieron los derechos para buscar petróleo y remataron los derechos de pesca a empresas que están depredando el recurso (cada vez hay menos calamar y merluza).
En Semana Santa 1 kg de merluza costaba más que 1 kg de milanesa.

insolito


EL MARXISMO (explicado a los niños) 

El Marxismo (explicado a los niños) 


Aunque desde el punto de vista filosófico el marxismo no pasa de ser una derivación no demasiado lógica del hegelianismo, llegó a adquirir tal fuerza y significación histórica como movimiento político social, que parece necesario dedicarle unas líneas que explique la combinación de teorías y actitudes espirituales que han producido tan extraordinario movimiento humano. Indudablemente, desde que Carlos Marx (1818-1883) escribió el Manifiesto comunista hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991, pasando por las Internacionales y por la revolución rusa, ha transcurrido una larga historia, con un tan extenso cúmulo de realidades diversas, que no cabe hacerse de ello una idea sin establecer algunas distinciones previas. El marxismo, en tanto que doctrina, abarca tres planos de ideas que, aunque involucrados en la mente de Marx y de los primeros marxistas, han alcanzado posteriormente un desarrollo muy desigual, con esferas de influencia también diferentes. El primero es una teoría puramente económica que ha sido superada y desmentida en buena parte por la evolución histórica posterior; teoría que, aunque no le falte fundamento en algunos aspectos, nadie sostiene hoy con pretensión científica. El segundo plano de ideas marxistas -más amplio y profundo que la anterior teoría- constituye la filosofía de la Historia del marxismo, y es lo que se conoce por materialismo histórico. Tampoco esta interpretación de la Historia puede hoy ser sostenida sin fuertes reservas y limitaciones, pero perdura al menos como actitud metódica en la investigación histórica. El tercer plano, en fin, constituye toda una concepción del Universo y de la vida, con una fe subyacente que es como la prolongación hasta sus últimas consecuencias del racionalismo moderno. Es la fe en la razón humana para organizar desde su raíz la sociedad humana, y esta fe no sólo permanece viva en el marxismo ortodoxo, sino que ha logrado extenderse hasta sectores muy alejados del marxismo que se ven influidos a menudo, de forma inconsciente, por los supuestos básicos del socialismo. Será preciso aludir a cada uno de estos tres órdenes de ideas. 
La teoría económica de Marx se apoya en dos conceptos fundamentales y bien conocidos: el de la plusvalía y el de la llamada ley de concentración y de expropiación automática de la riqueza. El valor de los productos es para Marx equivalente al trabajo empleado en elaborarlos, medido en horas de jornal. No niega Marx que la utilidad sea condición de todo valor de uso, pero el valor de cambio está determinado por la cantidad de trabajo requerido en su producción. “Consideradas como tales valores, las mercancías no son más que trabajo humano cristalizado.” Así, el valor de cambio que produce un obrero que trabaje diez horas será éste precisamente, lo mismo trabaje en producir paños que carbón. A ese precio de diez horas de trabajo lo venderá el patrón. Pero éste, el capitalista --como dice Marx- no paga al obrero esas diez horas de trabajo, sino sólo una parte, cinco o menos; estrictamente lo necesario para mantener esa actividad de diez horas diarias, es decir, de acuerdo con la misma ley que determina el valor, “la cantidad de trabajo necesario para producir la fuerza del trabajo”. Un ingeniero, por ejemplo, sabe muy bien cuál es el valor de un caballo de vapor, que medirá en kilogramos de carbón empleados en producirlo. “Lo que caracteriza a la época capitalista es que la fuerza de trabajo adquiere la forma de una mercancía, Su valor se determina, como el de cualquier otra, por el tiempo necesario para su producción.” “El tiempo necesario para la producción de la fuerza de trabajo se resuelve en el tiempo de trabajo necesario para producir los medios de subsistencia de aquel que lo ejercita.” Lo cual no es mas que expresar en términos científicos la vieja ley clásica de Turgot y Ricardo que se llamó ley de bronce, según la cual los salarías tienden fatalmente a reducirse al mínimo necesario para la subsistencia. Este excedente de trabajo que el capitalista se apropia es lo que llama Marx plusvalía. 

Socialismo 

Para llegar a este régimen de asalariado en el que unos hombres -los capitalistas- pueden disponer de esa maravillosa mercancía que produce el fenómeno de la plusvalía, fue necesario un largo proceso, cuyos actos describe Marx en todo su dramatismo. El capital existía, sin duda, en la sociedad estamental anterior al predominio de la burguesía, pero bajo una forma vincular en la que la mayoría de los trabajadores poseían sus instrumentos de producción o se iban haciendo con ellos a lo largo de sus vidas. Pero no existía bajo aquella forma que Marx llama propiamente capital, que es todo aquello que produce una renta mediante el trabajo de otros. El régimen capitalista advino, a través de numerosas circunstancias históricas, que Marx analiza con prolijidad: apertura de nuevas vías de comunicación con la improvisación de nuevos capitales y de nuevos mercados, creación de los grandes bancos, compañías de colonización, formación de los estados modernos y de las deudas públicas, etc. Fenómenos todos que iniciaron la concentración de capitales en pocas manos y la paulatina expropiación de los artesanos modestos. Pero el objetivo del capitalismo tenía que ser la adquisición de esa mercancía única que tiene la virtud de engendrar la plusvalía; es decir, el trabajo a jornal. 
Era preciso, para ello, desvincular esa fuerza del trabajo de sus instrumentos de producción, privar al artesano de la pequeña propiedad y de la propiedad comunal que lo protegía, suprimir la servidumbre y el régimen corporativo. Convirtiendo en libre el trabajo se brindaría al trabajador la coyuntura única de “venderse voluntariamente, puesto que ya no le quedaría otra cosa que vender”. El artesano que durante generaciones vendió sus modestos productos sin intermediario se vio un día en la alternativa de tener que venderse a sí mismo. La proclamación de los Derechos del Hombre y de la libertad de trabajo no fueron más que la expresión de la victoria capitalista. 
Desde este momento el interés del capitalista se centrará en aumentar el margen de la plusvalía, en que radica su beneficio. Todo el posterior desarrollo de la gran empresa industrial -la civilización capitalista- irá dirigido a esa finalidad. Lo conseguirá por dos procedimientos: alargando en lo posible la jornada de trabajo y disminuyendo el número de horas dedicadas a producir la subsistencia del obrero. A este fin se tratará de emplear mujeres o niños, de manutención más económica, o se crearán economatos de consumo, que abaraten para el obrero de la empresa los productos de primera necesidad. En fin, provocando superproducción, con las consiguientes crisis y paros, obtendrá el capitalista una cantera inagotable de aspirantes a obreros sin otra posible exigencia que su material manutención. La característica de la teoría económica marxista es presentar los motivos y la génesis del capitalismo, no bajo el aspecto de una injusticia de origen humano y moral, ni siquiera como un desdichado azar o acontecimiento histórico; sino como la fase actual de una evolución necesaria. Aunque parezca paradójico, en esto radica la fuerza y la supervivencia del marxismo respecto a los demás socialismos de su época. El capitalista obrando así no roba al obrero ni hace cosa diferente de lo que podría hacer: paga la mano de obra a su justo precio, es decir, según la propia teoría, a su verdadero valor de cambio. Mark dice:”La cosa es clara el problema está resuelto en todos sus términos: la ley de los cambios ha sido rigurosamente observada: equivalente por equivalente.” No es el capitalismo obra de los capitalistas, sino éstos el producto humano de aquél. Incluso reconoce Marx al capitalismo el mérito de haber roto un estadio de economía cerrada e inmóvil dentro de la evolución económica general. 
Pero, como queda dicho, su teoría de la plusvalía se completa con lo que él llama ley de concentración o de expropiación forzosa. Según ella, el librecambio capitalista es, a su vez, una fase de la evolución económica, que está en trance de perecer por las propias e internas fuerzas de disolución. Frente a la idea de los fisiócratas, para quienes el libre cambio era la ley natural y definitiva de la economía, Marx no otorga a éste más que un cometido transitorio e inestable, que se resolverá en el comunismo a través precisamente de la ley de concentración. El desarrollo incesante de la gran producción, ya bajo la forma del maquinismo, exige la formación de grandes sociedades y trusts, en los que el capitalista es expropiado por la superempresa internacional. Así se nutren por legiones las masas humanas, que con esa constante concentración en pocas manos, va haciendo entrar a innumerables propietarios en el salariado. De este modo el capitalismo trabaja por aumentar indefinidamente el número de sus enemigos natos: “la burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros”. 
Paralelamente a este fenómeno, la superempresa se transforma en sociedad por acciones, en la cual la propiedad individual se volatiliza en títulos y cupones: se hace verdaderamente anónima, como dice la ley. La función de patronato y dirección, que era aneja a la propiedad, desaparece hasta del recuerdo; el beneficio capitalista se manifiesta en toda su desnudez como dividendo separado de todo trabajo personal y surgen dos tipos humanos bien distintos: el accionista parásito y el gerente asalariado. El momento en que el proceso de concentración haya llegado a su término será el de la automática expropiación socialista: de un plumazo todas las acciones de los capitalistas pasarán a nombre de la nación sin que nadie cambie, ni siquiera el gerente. Así, mediante la socialización de los instrumentos de producción -tierra, fábricas, capitales-, la propiedad revierte a sus verdaderos dueños, los trabajadores otros tiempo expropiados, pero en una forma nueva y colectiva. La expropiación socialista será, según Marx, la última de la historia, porque no se hará en beneficio de una clase, sino de todas, y adquirirá así una forma definitiva. Se operará así en el orden económico-social el mismo proceso dialéctico que en el pensamiento trascendental según Hegel: tesis, antítesis y síntesis. En la economía primitiva (manual) el trabajo y el capital se daban unidos bajo la estructura familiar (talleres artesanales, pequeña propiedad o aparcería rural). Tal fue la tesis del proceso. En una segunda fase capital y trabajo se separan: éste, en la gran empresa maquinista se hace asalariado, y aquel anónimo, capitalista. 
Esta antítesis será superada por la síntesis dialéctica en la que capital y trabajo volverán a reunirse, pero no en el ámbito familiar sino en el colectivista. 
Esta teoría estrictamente económica de Marx tiene numerosos fallos teóricos, que la posterior evolución ha puesto de manifiesto: los mismos marxistas no la defienden hoy más que como teoría regulativa, “dadas determinadas condiciones teóricas”, y en su valor para la acción. Ante todo, contra la opinión de Marx, el valor de cada producto no puede determinarse sólo por la cantidad de trabajo, supuesta su utilidad, sino por multitud de factores, algunos de raíz espiritual y difícilmente precisable, como el gusto o la moda. En segundo lugar, la ley de bronce o de reducción al mínimo de los salarios que Marx hereda, como racionalista, de la economía política clásica, especialmente de Ricardo, se ha visto desmentida por la realidad. Como es sabido, la gran expansión industrial posterior a Marx, principalmente la norteamericana, se ha basado en salarios relativamente altos, que reviertene en poder adquisitivo y abren nuevos mercados. En fin, el principio de concentración y expropiación automáticas tampoco se ha revelado como una verdadera ley. La socialización de empresas se ha operado más bien por un hecho revolucionario o por una ocupación militar que por una evolución normal, dado que en los países capitalistas es todavía muy vacilante y discutible, aun habiéndose operado la formación de los grandes trusts o superempresas. 
Pero esta teoría económica de Marx se incluye, como indicamos, en otra más amplia y vigente, que es el materialismo histórico. Este -la llamada interpretación materialista de la Historia- constituye la sociología y la filosofía de la Historia marxistas. La diferencia fundamental que separa la teoría económica marxista de los otros socialismos (Fourier, Proudhon...) es que éstos tratan de establecer un deber ser en las relaciones laborales: deploran o condenan lo que en ese orden existe, y propugnan un sistema de reforma social. Marx, en cambio, pretende descubrir lo que es, y, como consecuencia, lo que necesariamente advendrá y las leyes científicas que rigen el proceso. Este supuesto descubrimiento del secreto de la Historia y de su futuro desenlace es lo que expresa el materialismo histórico: los medios y las relaciones de trabajo forman la estructura real de la sociedad y sobre ella se edifica lo demás -ideas, sistemas, creencias-, que constituyen la superestructura y evolucionan con aquella. “El molino a brazo engendra la sociedad del señor feudal; el molino a vapor, la sociedad capitalista o industrial.” En el prólogo a su Crítica de la Economía Política expresa esta tesis en términos más concisos y, a la vez, más moderados: “El modo de producción de la vida material determina, en general, el proceso social, político e intelectual de la vida. No es la conciencia del hombre lo que determina su manera de ser, sino que es su manera de ser social lo que determina su conciencia.” . Esta tesis tuvo en su tiempo una acogida y una difusión que rebasaron los límites del marxismo. El ideal racionalista de alcanzar una explicación científica, racional, de la realidad en todos sus sectores vio en esta teoría la posibilidad, sumamente deseable, de reducir el complejo e incierto mundo de la historia cultural humana al concreto sector de la economía, susceptible de ser expresado en leyes sencillas y comprobables. La dialéctica de la Historia, con su férreo eslabonamiento en tesis, antí- tesis y síntesis, quedaría así revelado por la economía, y con ella el secreto para prever y dominar el futuro de la humanidad. 
Con posterioridad a Marx la crítica histórica, lo mismo que las investigaciones etnológicas y antropológicas, han demostrado ampliamente la insuficiencia de la tesis materialista al otorgar al mito y a la creencia, en su sentido radical, una prioridad sobre las mismas relaciones de producción y de trabajo, particularmente en la vida del primitivo, que es esencialmente mágico-religiosa. Sin embargo, el materialismo histórico ha pervivido, aun fuera del marxismo, como un método de investigación más que como una teoría. Frente a la antigua historiografía moralizadora y providencialista (la Historia, maestra de la vida), el materialismo histórico ha representado en la crítica moderna una versión del principio general de economía del pensamiento (no expliques por lo más lo que puedas explicar por lo menos). 
Pero, en fin, este círculo de ideas filosófico-históricas de Marx (el materialismo histórico) se incluye a su vez en un círculo más amplio y, éste sí, de un influjo y una vigencia enormemente superiores a los de los anteriores estratos ideológicos. Se trata de lo que podríamos llamar la concepción del Universo, o más bien la fe íntima, del marxismo. Si la teoría puramente económica de Marx no se ve mantenida ahora ni aun por los marxistas estrictos, si del materialismo histórico sólo puede hablarse como supuesto metódico, este estrato más profundo del marxismo es hoy, en cambio, no sólo lo que mantiene la coherencia del mismo, sino una actitud mental difundida e infiltrada en sectores muy extensos, considerablemente-más amplios que el marxismo. Se trata de la fe en la posibilidad de la razón para organizar el mundo del hombre desde su raíz, para darle una nueva y definitiva estructura. Según un crítico marxista tres son las concepciones del Universo o las actitudes ante la vida que ha conocido el hombre moderno: la cristiana, la individualista o liberal y la marxista. La primera, parte de un orden o jerarquía externos, objetivos, y establece los fines y normas de la conducta humana, los deberes del hombre. La segunda se apoya en el individuo y supone una espontánea armonía entre la razón de ese individuo y el orden total de la realidad. Sólo con lograr la libertad del individuo y la espontaneidad del orden social se alcanzará una feliz coincidencia. La tercera, en fin --el marxismo-, no reconoce una estructura trascendente al hombre (metafísica), pero sí una estructura dinámica, un conflicto entre las condiciones reales en que se mueve el hombre de cada época (estructura económica), y las ideologías e instituciones de la superestructura. 
El marxismo exigirá entonces una operación radical sobre el cuerpo social que consista en adaptarlo a la dialéctica materialista de la Historia, en sincronizar definitiva y racionalmente la superestructura con la estructura real y su dinámica. La gran fuerza de la actitud marxista, lo que la hizo predominar sobre las demás formas de socialismo y convertirse en un factor formidable de nuestro mundo actual fue su alianza con el cientificismo, es decir, su pretensión de entrañar una visión científicamente averiguada, cierta, de la evolución económica de la sociedad. En virtud de ese supuesto, “el comunismo ha de venir”, no simplemente “debe venir”, y esta convicción científica presta al marxista una reserva de seguridad incalculable, sólo comparable con la fe del creyente. Pero el marxismo añade a esta certeza de lo que advendrá un llamamiento a la acción para facilitar o apresurar su advenimiento. Tal es el sentido del “trabajadores de todos los países, uníos” del Manifiesto comunista. Tal el de las sucesivas reuniones de la Internacional, tal el de la acción del partido. Sin embargo, aquí radica la gran aporía o dificultad teórica de la actitud marxista. ¿Cómo es posible conciliar una concepción determinista del acontecer universal en el que todo sucede según leyes científicas inquebrantables, con la libertad e indeterminación que suponen la voluntaria unión de los trabajadores y su acción revolucionaria por un designio común? 
El mundo antiguo, en sus sistemas culminantes, atravesó por una aporía semejante. Para estoicos y epicúreos el mundo estaba regido por un determinismo natural; todo acaece fatalmente según leyes insoslayables. Sin embargo, epicureísmo y estoicismo son sistemas de moral que predican una actitud y un comportamiento determinados en el hombre, en el sabio. ¿Cómo puede propugnarse una decisión libre y una conducta consecuente dentro de un mundo donde todos y cada uno están determinados a moverse según leyes y designios superiores? Los antiguos intentaron resolver la aporía mediante la neta diferenciación entre el fuero interno de la conciencia y el mundo exterior, entre lo que depende de uno mismo y la “varia fortuna” del acontecer exterior, regido por leyes necesarias. El hombre que ha de vivir un hecho inevitable --el condenado a muerte, por ejemplo-, puede, sin embargo, afrontarlo serena o desesperadamente. El ideal ético de la antigua sabiduría fue la imperturbabilidad ante el ciego acontecer exterior; el antiguo, que nunca pudo pensar en dominar el determinismo natural, aspiró, simplemente a afrontarlo conservando su libertad interior. Como fundamento metafísico último de esta posibilidad, los epicúreos propusieron su ilógica teoría del clinamen o ligera desviación de los átomos en su caer necesario. Lo mismo que un hombre que cae en el vacío no es libre de evitar la caída, pero puede desviar ligeramente su cuerpo por un impulso y caer en una o en otra postura, así los átomos anímicos no son libres de someterse o no a las leyes naturales, pero sí de adoptar una u otra actitud moral. La moderna actitud marxista ha buscado otra solución a esa antítesis entre determinismo y libertad de acción. La consciencia del determinismo universal -la ciencia- abre al hombre la posibilidad no ya de separarse desdeñosamente de él como el sabio antiguo, sino de poseerlo o dominarlo. El marxista es consciente de las leyes necesarias económicas que rigen la vida del hombre; lo es también del carácter de superestructura emanada del orden económico que tienen las ideologías e instituciones de cada época. Pero cree que esta misma consciencia científica le otorga el poder -por primera vez en la Historia- de adelantar esa formación de ideas e instituciones poniéndolas de acuerdo, sincronizándolas, con la evolución económica, es decir, con su ritmo y sus objetivos. De esta operación revolucionaria resultará el final de las luchas entre la estructura económica y la superestructura ideal: la justicia y la paz sobre la tierra. 
Las últimas décadas han conocido, sin embargo, una evolución importante en la ideología (y la praxis) del marxismo. Se trata de la obra que el marxista Antonio Gramsci (1891- 1937) escribió durante sus últimos años en las cárceles de la Italia fascista. En ella se da una moderación de las tesis rigurosas del materialismo histórico con fines más bien tácticos. Para Gramsci las ideas y creencias no son simple emanación pasajera de la economía, sino que poseen una realidad que constituye la cultura en que cada hombre y cada pueblo vive inmerso. La idea propulsora del pensamiento gramsciano es que la Revolución nunca se realizará verdaderamente mientras no se produzca de un modo en cierto modo orgánico y dialéctico dentro de lo que Gramsci llama una cultura. que es lo que habrá que desmontar y sustituir al propio tiempo que se utiliza. Si la revolución brota de un hecho violento o de una ocupación militar, siempre será superficial y precaria, y se mantendrá asimismo en un estado violento. El hombre no es una unidad que se yuxtapone a otras para convivir, sino un conjunto de interrelaciones activas y conscientes. Todo hombre vive inmerso en una cultura que es organización mental, disciplina del yo interior y conquista de una superior conciencia a través de una autocrítica, que será motor del cambio. La vida humana es un entramado de convicciones, sentimientos, emociones e ideas; es decir, creación histórica y no naturaleza. De aquí el interés de Gramsci por el cristianismo al que considera germen vital de una cultura histórica que penetra la mente y la vida de los hombres, sus reacciones profundas. Será preciso, para que la revolución sea orgánica y “cultural”, adaptarse a lo existente y, por la vía de la crítica y la autoconciencia, desmontar los valores últimos y crear así una cultura nueva. El ariete para esa transformación será el Partido, voluntad colectiva y disciplina que tiende a hacerse universal. Su misión será la infiltración en la cultura vigente para transformarla en otra nueva materialista, al margen de la idea de Dios y de todo valor transcendente. Su arma principal será la lingüística (la gramática normativa) que penetre en el lenguaje coloquial, alterando el sentido de las palabras y sus connotaciones emocionales, hasta crear en quien habla una nueva actitud espiritual. Si se cambian los valores, se modifica el pensamiento y nace así una cultura distinta. El medio en que esta metamorfosis puede realizarse es el pluralismo ideológico de la democracia, que deja indefenso el medio cultural atacado, porque en ella sólo existen “opiniones” y todas son igualmente válidas. La labor se realizará actuando sobre los “centros de irradiación cultural” (universidades, foros públicos, medios de difusión, etc.) en los que, aparentando respetar su estructura y aun sus fines, se inoculará un criticismo que les lleve a su propia auto-destrucción. Si se logra infiltrar la democracia y el pluralismo en la propia Iglesia (que tiene en esa cultura el mismo papel rector que el Partido en la marxista), el éxito será fácil. La democracia moderna será como una anestesia que imposibilitará toda reacción en el paciente, aun cuando esté informado del sistema por el que está siendo penetrada su mente.







AL DON PIRULERO, CADA CUAL ATIENDE SU JUEGO

En San Miguel la debilidad institucional ha transformado la arena política, en tierra fecunda para el crecimiento de la impunidad, para colmo unos cuantos están convencidos que los excesos pueden ser eternos y que los controles nunca llegaran a frenar sus arbitrariedades. 
La realidad local hace parecer utópico al mismísimo Montesquieu, quien -en el “Espíritu de las Leyes”-, estableció la fundamentación de la teoría de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial; quedando así descartada la omnipresencia de cualquier poder absoluto del signo que fuera. 
Sin debate, la arena política ha dejado de ser el terreno donde se luchaba por el predominio de las ideas y también donde se llegaba al entendimiento. Sin ese intercambio de opiniones, el suelo parece ser firme para instalar un absolutismo caprichoso, que ni siquiera adquiere el rango de hegemonía, ya que por ausencia de ideologías los acuerdos solo se sostienen con la billetera. 
Muchas veces hemos hablado sobre los frenos y contrapesos institucionales, que han sido diseñados de manera conjunta a la división de poderes; controles que al ser omitidos, activaban inmediatamente mecanismos sociales de revisión: Los medios de información. 
Tanto es así que Napoleón Bonaparte, llegó a decir: "Cuatro periódicos hostiles son más de temer que mil bayonetas" 
Esa capacidad de la prensa era comparada a los tres poderes clásicos del Estado; de esta manera nacía el cuarto poder como máxima expresión de libertad para romper las cadenas de opresión ante los excesos de las cúpulas. 
Pero este mecanismo parece que tampoco funciona en San Miguel, tema que también hemos abordado en este sitio web, ya que los medios locales parecen publicar solo buenas noticias que no incomoden al gobierno. 

Así están las cosas: 
La oposición institucional muestra conformidad al ver que la arena política se haya convertido en tierra fértil para el cultivo de billetes fáciles y se limita a cuidar su siembra. 
El cuarto poder no emite opinión y desactiva su poderoso mecanismo. 
Como para seguir desoyendo voces, por fuera de la estructura del poder local, los sectores que dicen ser opositores se hacen los distraídos ante el debilitamiento institucional y mirando para otro lado no pueden mostrarse como una alternativa seria para el cambio; ellos no están ni cerca de la arena política y ven a ese lugar de debate como un gran terreno para desplegar un montón de intrascendencias que lindan con la boludes. 
A diferencia de todo el mundillo político local, desde este blog seguiremos dando nuestra opinión, mientras tanto los demás juegan al don pirulero y atienden su juego; mejor dicho, su quinta.

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